PEQUEÑOS PROYECTOS DE VIDA

Pilar

Entró por la puerta de la fotocopiadora. Ella, quería imprimir un artículo acerca del encuentro que una mujer había tenido con su abuelo, luego de mucho tiempo de guerra en su país.
Mientras yo esperaba, la escuchaba pedir la ayuda. No fue posible que imprimieran su articulo , porque estaba enviado desde un link. La persona que estaba atendiendo le dice con voz seca y tono directo: “No puedo imprimirlo. Debes hacer un screenshot del artículo y así lo podrías enviar.”

Ella atendió con la cabeza, salió del lugar algo confundida y decepcionada.
Cuando salí, estaba allí buscando en su celular. Se quita los guantes que dejan ver la edad y experiencia en sus manos, manos que me recuerdan a la abuela.
Le manifiesto mi deseo de quererla ayudar y enseñarle cómo puede, en las notas de su celular copiar y pegar las frases para luego, poder imprimirlo desde un archivo.
Ella, con sus ojos color azul claro y sonrisa cálida, me agradece. Algo confundida y temerosa, porque al parecer , sigue siendo poco común que alguien quiera ayudar desinteresadamente.

Logramos pasar todo el articulo a sus notas en el celular, que luego podría pasar a un archivo. Ella aprendió algo ese día. Me invitó un café al que no pude negarme. Al que no quise negarme. Hablamos de sus 70 años, de sus acampadas, aún divertidas con su esposo. De los viajes que le encanta hacer. Le hablo de mi percepción de Madrid, de mi anhelo de conocer Roma en carro, de mi amor por Paris y la bohemia.

Pilar, se llama. Me la volví a encontrar en el metro días después, la reconocí inmediatamente, por sus ojos azul claro y sonrisa cálida que la mascarilla no dejaba ver.